viernes, 2 de julio de 2010

María y Yo

Ya son cinco los años que llevo fuera de mi país y mañana por fin regreso a casa. A ese apartamento doble que solíamos llamar La Cueva y que fue cuna y a veces cárcel de nuestros sueños y pesadillas. Estaba ansioso por volver. Si bien mantenía contacto constante con él y María, estaba desesperado por contarles todo lo que había vivido y conocido. Mostrarles todas las fotos y todo lo aprendido. Hice mis maletas algo pesadas, pegué sobre-equipaje pero no podía dejar nada de lo que había conseguido para mí y para ellos. El vuelo se hizo eterno. No pude dormir. No pensé que me pondría así. Pero la ansiedad por verlos de nuevo luego de cinco años hacía volcar mi corazón. Sabía que mi ganas de volver eran más por María que por él. Ella y yo habíamos cultivado una buena relación a base de conversaciones de largas distancias y correo electrónico frecuente. Ël y yo, si bien hablábamos, no era comparable con la cantidad de comunicación que teníamos María y yo. Supongo que él lo sabía. Varias veces, incluso, bromeaba con eso.

Salgo a la zona de pasajeros y ahí estan ellos, abrazados y fundidos en un beso, no era la imagen que esperaba y no me hizo muy bien tampoco, pero me llene de valor y grite sus nombres. Se separaron, y sonriendo se apuraron a nuestro encuentro.

- ¡Hermano que bueno verte en carne y hueso!

- ¡Sí! - dice María - que bueno que hayas podido volver, él ya me tiene loca con sus cuentos y hace rato q quiero que nos tomemos un café, además, tengo una linda amga para presentarte.

- Aun no he llego y ya tengo todo planificado... ¡ni cuando llegué allá fué así!

Entre risas y cortas anécdotas, que a veces interrumpíamos mutuamente, fuimos a buscar mi equipaje y a llevarlo hasta su auto. Ya no era ese viejo auto de segunda mano. Ahora era un auto casi nuevo. Me notan sorprendido y ella me dice

- Ahora es pintor profesional - mientras se rie a tono de burla.

- Si, si, si - reclama él - he vendido un par de cuadros.

- ¡Nunca me dijiste nada! - le reproche.

- Ah era una sorpresa, María lo arruinó todo. No importa, sube, ya te contaré todo.

Subimos al auto y entre botellas de vino y olor a marihuana fuimos recorriendo el camino a casa.

La Cueva ya no es como antes. Se respira un ambiente menos contaminado y mucho mas acojedor. Sé puede notar la presencia femenina en muchos rincones, sobre todo en el olor. Y un par de cuadros pintados por él colgados en las paredes.

- Tu cuarto está listo. Lo términamos de arreglar esta mañana, ¡ese muchacho no se quería ir!

Dejo mis cosas en mi cuarto y me dirijo a la cocina. María esta preparando el café. Él esta en el baño. Me acerco lo suficiente como para poder sentir su calor y su aroma. Primera vez en cinco años que estoy tan cerca de ella. Y los sentimientos son mas fuertes incluso de lo q pude llegar a imaginarme. María siente mi presencia, y dejandose llevar por el momento, mueve su pelo para dejar al descubierto su cuello. No sé si lo habrá echo a propósito, pero el olor a frutas tropicales invadió mis sentidos y se me escapo su nombre en un susurro...

- M a r í a.

Estaba atontado con su aroma y su presencia.

- ¿Qué paso? Aún le falta al café.

- Eh si si - le respondo tratando de disimular - no hay problema, espero.

Me sonríe. Es la misma sonrisa que me dio aquel día en el aeropuerto.

Nos sentamos a la mesa e intento tener una conversación con ella, pero llega él y, dándole un beso, desvía su atención y colma mis celos. Primera vez que sentía envidia de él. Yo quería estar besando a María.

Pasaba el tiempo y mi relación con María se consolidaba. En parte por que así lo quería y en parte por que no podía evitarlo. Era como un imán para mis ojos y un impulso para mi corazón. Él parecía no darse cuenta, perdido en sus pinturas y en sus obras maestras. Las actitudes de María y las mías eran siempre las mismas, estando o no estando él cerca. Ya podía notar que ella sentía quizá lo mismo que sentía yo al estar cerca de ella. Mi amistad con él no se mermaba, a pesar de que yo sentía que el notaba mi deseo por María y yo además, a veces lo notaba algo celoso. Creo que sabía que era inevitable. Me conocía muy bien como para no saberlo. Lo conocía muy bien como para no evitar que algo sucediera. Prefería tenerlo a él como mi mejor amigo y a María muy cerca.

Un día, María cae desmayada al suelo, yo corro a buscarlo, pero no lo encuentro por ninguna parte. Decido llevar a María al hospital. Lo llamo una vez. Dos veces. Tres veces. No me contesta. Le dejo varios mensajes con la dirección de la clínica, él nunca apareció esa noche. No fue nada lo de María, solo un desmayo. Pero fue, además, el principio de lo que siempre trate de evitar desde hace ya un año.

En el camino a casa, la mañana siguiente, las miradas de María y las mías ya no se cruzaban de vez en cuando. Ahora se mantenían fijas, mirándonos mutuamente. Ya casi no hacían falta conversaciones rebuscadas que llenaran los espacios pues nuestras miradas se correspondían más que nunca y nosotros no nos negábamos a que fuera así.

- Sabes que de miradas no podemos pasar. - me dijo, para cortarme un poco el entusiasmo.

- Lo sé. Siempre lo supe. Como tu. Solo que ahora, con estas miradas, el desearte solo se me hará mas dificil. - le dije, casi demasido romantico y decepcionado.

- Es que él...

- No digas nada... dejemos que todo siga y termine como tenga que acabar.

Conforme con lo que acababa de decirle, aunque con muchas dudas, entramos a la casa para encontrarnos con él. Había preparado el desayuno. Se encargo de llena a María de atenciones y de contarnos los sucesos de la noche anterior. Logro vender otro cuadro, en una exhibición en una de las ciudades cercanas del interior.

- Tengo que volver constantemente - nos dice - hice buenos contactos y puede que termine siendo contratado para curador de un museo.

- ¿Que? ¿Tienes pensado irte y dejar la galería? - le comenta ella sorprendida.

- No, aún no, pero tengo que salir esta noche de nuevo y llevar otro cuadro que ya tengo vendido. Pensaré muy bien si aceptar o no el trabajo.

No es un momento cómodo. Yo no se que decir. Le doy un par de golpes en la espalda y fui a acostarme. Estaba muy cansado para mirar lo que seguía.

Intentaba conciliar el sueño entre sus gritos y discusiones, no era un buen momento para ella, venía del hospital, no era buen momento para él, estaba en el clímax de su carrera, no era un buen momento para mí queriéndolo a él y estando enamorado de ella. Trataba de pensar en otras cosas, en mis viajes, mis asuntos, mis problemas. Trataba de pensar en mis viajes: China, Taiwan, Japón, Nueva Zelanda, Australia. Gran parte del este. Conociendo culturas, aprendiendo de culturas, conociendo gente y cometiendo errores. Sonreía con algunos recuerdos, trataba de olvidar otros, resultó hasta que me quede dormido. Soñé con María en esa ocasión.

Me levante pensando en ella. Ya estaba oscuro. Había dormido todo el día. Necesitaba encontrarla. Hablar con ella. Saber como estaba. Él ya no estaba, lo busqué a él primero. No estaba ninguno de los dos. Lo llamo. Está en su reunión, a cuatro horas de camino. Dudo en llamarla. No sé a donde puede haber ido. Con el teléfono aún en la mano escucho la puerta, es María. Entra con comida, me mira y me regala esa sonrisa. Se nota que ha llorado. Le pregunto como esta, como se siente...

- No quiero hablar de eso, seguro escuchaste todo...

- La verdad... - me interrumpe

- Tranquilo, todo esta bien, menos mal que no escuchaste, me hubiera muerto de la vergüenza con tanto ruido que hicimos luego de la pelea.

Fue como un balde de agua fría. No esperaba tampoco menos de él. Quizá un poco más de ella.

Comimos viendo una pelicula, The Kid, con Charles Chaplin. Muertos de risa entre imagenes en blanco y negro nuestras miradas se cruzaban de vez en cuando, menos seguras que antes, pero igual de intensas. Luego de comer, abre una botella de vino tinto y enciende un porro.

- Relajémonos un poco - me dice - fue un largo día para mí.

- Yo recién me vengo levantando, pero creo q será una larga noche - dándole el encendedor mientras sacaba un cigarro.

Fumamos. Bebimos. Decidimos poner otra película. Elegí una mas pasional, aun en blanco y negro: La Dolce Vita. Compartíamos el vino arropados en sábanas. Quizá en las sábanas que usaron más temprano. No me importaba, estaba con María, como nunca antes había estado.

Con suficiente alcohol en la cabeza y la película ya bastante avanzada, mis palabras empiezan a salir de mi boca casi sin querer, de manera verborragica y casi mecánica, como aprovechando la oportunidad para darme un espacio en el pecho para respirar y en la mente para pensar en otra cosa.

- María, sé que estás con él. Sé que están desde hace mucho. Y sé también que no lo miras a él como me miras a mi...

- No se que quieres decir, ¿a que mirada te refieres?

Y me mira... tratando de interrumpirme.

- ...así como me miras a mi, así como no quieres pasar de miradas por miedo a sentir algo diferente a lo que sientes por él... y te guste. A miedo de estropear años de relación por un nuevo sentimiento. Un sentimiento que no te atreves a explorar, no por miedo a él, si no a ti misma. Un miedo q yo también siento. Un miedo que compartimos. Así como estas miradas y estos roces ingenuos de nuestros cuerpos. Que se buscan. Que se desean. Por que sí, María, te deseo, tanto como quizá pueda llegar a amarte. Y estoy dispuesto a sentir y a explo... - no terminé de decir la oración cuando sus labios ya estaban mordiendo los míos. Dios esa boca. Esos labios. Nos fundimos en un largo y apasionado beso que duro tanto como ella quiso. Nuestras manos nos desvestían, desesperadas. Solo dejábamos de besarnos para mirarnos. Fue una larga noche. Fue nuestra primera noche.

Al dá siguiente me levanto con dolor de cabeza.

- Algo de resaca es buen castigo - me digo, sonriendo. Pensando en él. Pensando en ella. - Ya lo entenderá.

Salgo al balcón y ahi estan. Juntos. Besándose y abrazados. Quedo desconcertado. Creí que mis puntos de quererla solo para mí habían quedado claros la noche anterior. No esperaba, sin embargo, menos de ella. Era una extraña circunstancia. Lo saludo. La saludo. Evita mi mirada, pero me mira cuando no la miro.

- ¿Como te fue? - le pregunto a él, interesado ahora en rescatar nuestra amistad. Comprendía ahora lo que había sucedido y lo que quizá podría pasar.

- Muy bien - me dijo calmado y sonriente, no estaba perturbado como esperaba - vendí más de lo que esperaba y logré trasladar la oferta de curador para un museo aquí en la Capital. No tendré que mudarme. Así pasaremos más tiempo juntos los tres. ¡Y es hora de que termines intentando una relación con una mujer! - Me dice, casi gracioso - Es raro ya no verte con alguna, ¿no hay alguien por ahí?

Lo siento casi juzgandome. Como si supiera.

- ehhh.. - tartamudeo.

- ¡Lo sabía!

Mi mirada se desvia hacía María. Menos mal que él no lo nota, fue a buscar una botella de vino. María me mira, se sonroja, y va detrás de él. Intento detenerla, pero se voltea al instante y me dice...

- Lo de anoche no debió haber pasado. Lo de anoche no pasó.

Y se fue.

Concentrado en el trabajo y en mi relación con él, María fue quedando un poco desplazada en mi mente. Sin embargo la sentía a veces mirándome. La sentía también confundida. Nuestra relación no cambio mucho, no costaba aparentar estar bien delante de él, fue como si esa noche no pasara. Pero esa noche sucedió. Y tanto ella como yo lo sabíamos. No pasó mucho tiempo más hasta que él dejara de nuevo la ciudad por un tiempo por negocios de arte y María y yo nos quedamos solos, conversando y riendo.

Un día lleva a una amiga a su casa. Él no estaba y yo no quería molestarlas, así que decido irme...

- ¿Saldrás? Por que ella viene por tu selección de películas...

Dedicándome esa sonrisa.

Me presenta a su amiga y de un momento a otro estábamos los tres riendo alrededor de una taza de café. Decidí quedarme y disfrutar de la compañía de ambas. Juntas eran un deleite. Tanto para mis ojos como para mi mente. Salieron a comprar vino mientras yo armaba la sala y un par de porros.

La química entre su amiga y yo fue instantánea. Y María lo noto. No pude saber si le gusto o no, pero sabía que lo había notado. Aunque su amiga me llamaba la atención, mis pensamientos perseguían a María. Y mi mirada se le atravesaba. Solo para que se diera cuenta.

La noche seguía entre humo, alcohol y películas. Risas, miradas, e insinuaciones. Su amiga durmió conmigo esa noche. Y se fue muy temprano a la mañana siguiente.

Notaba a María rara al otro día, como creía que siempre ha de debido comportarse, y lograba ver sus celos debajo de sus holgadas pijamas.

- Estas celosa, no te puedo creer.

- Bueno no es tu problema si lo estoy o no, solo que no pensé que eso sucedería, !pensé en eso toda la noche!

Fue una confesión demasiado grande.

Corría a abrazarla. Le dije que mis pensamientos seguían con ella. Que mi corazón era más de ella que mío. Que anoche fue otra noche como tantas, que no valía ni este abrazo, casi obligado, que le estaba dando. La solté. Se alejo de mí. Y me miró.

Me abalancé sobre ella. No pude evitarlo. Era a ella a quien quería.

- ¡No! - intentaba detenerme, sin poner mucha resistencia - después de anoche como piensas que...

la interrumpí con un beso... con un beso correspondido. Un beso que confirmo lo que ya se sobreentendía. Menos mal que él no llegaba hasta dos días después.

Esa vez fue, quizá, la que definió la condición de amantes de María y yo. Ella no podía dejar de amarlo, y lo entendía. Yo no podía amarla de otra manera. Estuvimos así por un año, hasta que el se enfermó, ella se entregó a sus cuidados, me apartó. Hizo que me mudara y me dijo que no volviera más. Tiempo después él murió. María me evito en el funeral. Luego de su muerte, todo fue peor, simplemente desapareció.

Algunos remordimientos y uno que otro recuerdos de mis viajes eran los que estaban flotando en mi mente.

----------------

Primera Parte cuento corto - Nosotros Y María -

1 comentario: